Amor Salvaje

16.02.2012 17:19

 

Los animales aman a su manera
Fotos Reuters, Shutterstock, Julio Cesar Herrera
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Los animales aman a su manera

El apareamiento en el reino animal tiene las más diversas manifestaciones, en las que a veces todo vale.

Por Ramiro Velásquez Gómez | Publicado el 14 de febrero de 2012
 

 

 

Detrás de formas tiernas y hasta inocentes se esconden los más astutos, tramposos y hasta estrafalarios amantes. Sí, animales en celo.

Puede que no lo disfruten como los humanos, aunque el conocido biólogo Mark Bekoff cree que sí. Bonobos y tal vez delfines, afirma, tendrían sexo por placer.

En el Día de San Valentín, un somero vistazo a las técnicas amatorias del mundo animal, en el cual aparearse es a veces un riesgo mortal.

En ocasiones no vale la pena morir en la batalla de los sexos para pasar los genes a la siguiente generación. Por eso, el macho de la araña Nephilengys malabarensis prefiere copular... ¡a control remoto!

Como demostró Daiqin Li de la Universidad de Singapur, el macho, sabiendo que las hembras los devoran tras la cópula, desarrolló un mecanismo para burlar la muerte: quiebra su órgano, que queda dentro de ella y prosigue transmitiendo esperma, aunque él ya huyó. Una práctica que entrega otra ventaja, así no pueda volver a aparearse en vida: no queda espacio para otro macho.

Otras técnicas
No todos deben pensar en huir. Algunos son hábiles en "echarle el cuento" a la hembra y ni pena les da asustarlas, como los antílopes topi en Kenya: el macho resopla y emite un llamado como si hubiera depredador cerca. ¿El fin? Que la hembra se quede en su zona, lo que aumenta la oportunidad de aparearse.

La variedad es la que manda en el reino animal. La jirafa macho toca la hembra para inducirla a orinar. Una vez lo hace, mueve sus labios para oler, pues en esta excreción está el secreto de la disposición de ella para recibirlo.

Si fuera entre humanos, vaya práctica, pero para el puerco espín se trata de conquistar pareja: expulsa un chorro de orina a más de dos metros. Si la hembra se moja en ella, lo acepta y está lista para aparearse.

Algunos las prefieren jóvenes y bellas, como las moscas. Las hembras deben apurarse, porque les pasa su hora. La semana pasada en el Journal of Experimental Biology se reveló que al envejecer, el olor de sus feromonas varía y el macho lo sabe: busca las más jóvenes cuando es posible.

Esas relaciones incestuosas ocurren muchas veces frente a nuestras narices. O mejor, sobre nuestra cabeza: cuando no hay machos a la vista, algunos ácaros microscópicos se reproducen asexualmente, por partenogénesis. El problema queda resuelto después: se aparea con un hijo macho.

Amar o morir
Sufre la hembra hurón para atraer pareja: produce tal cantidad de estrógeno hasta aparearse o... desarrollar anemia aplástica. Si falla en atraer macho durante su calor, puede morir.

Si de morir se trata, no es para imitar el ejemplo de la abeja de la miel: después de que el macho se aparea con la reina de la colonia, sus genitales se parten y quedan dentro de ella. Al intentar escapar, su abdomen se rompe y muere.

Quizás porque 70 por ciento de las veces la hembra del molusco gigante australiano (Sepia apama) rechaza los intentos de apareamiento del macho, estos se han ideado una manera poco ortodoxa para lograr su cometido: engañarla. En un minuto pueden cambiar hasta 15 veces su apariencia, pareciéndose a una hembra, con lo cual logran fertilizarlas el 60 por ciento de las veces. Dada la situación, no está nada mal.

Y si bien parece que todo es válido, que sea en su medio natural, como insinúa el escarabajo Hércules: prefiere aparearse cuando llega la penumbra, pero... en libertad. En cautiverio se abandona a los placeres de una buena comida, dejando atrás su apetito sexual.